LOS TRES
PRECEPTOS DEL DERECHO Y SU RELACIÓN CON LOS VIRTUDES TRADICIONALES ROMANAS
Aníbal A.
Ruiz Armijo
En clásica
formulación, el jurista romano Ulpiano (c.
170-228 EC) nos dice que «Iuris praecepta
sunt haec: honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere» [«Los preceptos del Derecho son estos: vivir
honestamente, no dañar a otro, dar a cada uno lo suyo»] (D. 1.1.10.1).
En realidad,
el primero (honeste vivere) abarca
los otros dos, pues no vive honestamente quien daña (injustamente) a otros, ni
quien incumple con las leyes o viola los pactos o contratos.
La honestitas está constituida por las
cualidades de veracidad, decencia, decoro, rectitud, justicia, razonabilidad, y
coherencia (es decir, la concordancia entre lo que el individuo piensa y dice, y lo que hace), características
del individuo conocido por su respeto a las buenas costumbres, a los principios
morales y a los bienes y derechos ajenos.
Ella resume o abarca las exigencias
del mos maiorum («la costumbre de los ancestros»),
expresadas por la lex (ley), por los mores (costumbres) y por las instituta (instituciones).
La honestitas se expresa en las cuatro virtudes cardinales del
ciudadano romano:
1. La iustitia:
que es la «continua y perpetua voluntad
de dar a cada quien lo que le corresponde» (Ulpiano).
2. La prudentia:
[de providentia: previsión]: es
decir, actuar con consciencia de lo que se hace o de las consecuencias de los
actos propios.
3. La fortalitia:
[fortis: fuerte]: Es el aguante, la entereza
moral, la fuerza de carácter, la resistencia.
4. La temperantia:
Es la moderación, la mesura, la sobriedad, la continencia. Se relaciona con el concepto
de decorum
(lo apropiado, lo adecuado), y que a su vez se expresa en un concepto netamente
romano de difícil traducción: la gravitas, que abarca las
cualidades de seriedad, severidad y consciencia de la propia dignidad, un sentido de la importancia de los asuntos, un
sentimiento de responsabilidad y empeño (en oposición a la levitas: la frivolidad, la ligereza, la inestabilidad, la falta de
seriedad; aunque puede ser moderada por la comitas:
la desenvoltura, el buen humor).
Además de estas cuatro virtudes
cardinales, los romanos reconocían un conjunto de otras virtudes exigidas por
el mos maiorum.
1. La industria: la capacidad
para realizar sus deberes con esfuerzo y diligencia (se contrapone a la voluptas, la complaciencia en el placer
sensual).
2. La clementia: la indulgencia
o tolerancia mostrada hacia los errores y faltas de los demás; la moderación, la
gentileza, la humanidad y la misericordia mostrada (se contrapone a la duritia, la dureza o severidad hacia los
demás).
3. La pietas: la devoción,
dedicación o lealtad hacia la patria y hacia los padres y otros parientes de
sangre (Cicerón); se manifiesta en el cumplimiento de los deberes hacia la
patria (pietas erga patriam) o hacia
los padres (pietas erga parentes).
4. La patientia: la habilidad o
voluntad de sobrellevar o soportar con entereza el dolor, el sufrimiento o las
dificultades.
5. La constantia: la
persistencia en hacer lo necesario para alcanzar la meta propuesta, sin
desfallecer ni renunciar pese a las dificultades que surjan o el tiempo que
pase.
6. La fides: la confianza que
inspira una persona por sus valores de lealtad y honradez.
7. La sapientia: el conjunto de
saberes prácticos adquiridos por el individuo a través del estudio o de la
experiencia.
8. El ordo: el orden o la
organización observado en la conducción de los asuntos privados o públicos.
9. La frugalitas: la sencillez
en el vivir; la ausencia de lujos.
10. La disciplina: la formación
de la firmeza de carácter.
11. La virtus: (de vir:
varón) la virilidad y la energía.
Como puede apreciarse, el conjunto de las virtudes romanas puede
sintetizarse en una sola que las engloba: la severitas, que significa
severidad hacia uno mismo, auto-exigencia, rectitud, cumplimento a rajatabla de
los deberes que se tiene como hombre (vir),
como ciudadano (cives, quirites) y como soldado (milites).
Poseer tales virtudes permitía al
ciudadano romano acumular dignitas y auctoritas:
a) la dignitas es la suma de la influencia y el prestigio personal de un
ciudadano, que iba adquiriendo a lo largo de su vida. Era la categoría personal del individuo dentro de la
sociedad, implicaba su valía moral y ética y su derecho al respeto y a un
adecuado tratamiento. Era la cualidad personal más apreciada por el romano, que
debía estar listo a matar, ir a la guerra e incluso suicidarse o matar a su
esposa o hijos para preservarla;
b) la auctoritas es el grado de
preeminencia, de prestigio, de liderazgo del individuo;
su importancia pública y privada, y, sobre todo, su capacidad para influir
sobre los acontecimientos por la simple fama pública de quien la posee.
No hay comentarios:
Publicar un comentario